sábado, 25 de diciembre de 2010

13 de noviembre de 2010

Me hablaba del mar y se le empañaban los ojos, me contaba historias de piratas, de príncipes y de princesas. Me hablaba de su vida, de su juventud, de su niñez y volvía el mar a sus ojos, salado y dulce, un mar de lágrimas. Rompían las olas al pestañear sus pupilas, cansadas de las vueltas de la marea. Buscando la tranquilidad de la espuma, volando con ella. Silbando cuando cortaba el viento sus pestañas, perdidas con sus sueños, con sus años de lucha. Me hablaba de sus canciones de guerra, de sus baladas de amor mientras los castillos de arena se rendían a sus pies. Los deshacía silencioso, hiriente, valiente, cobarde al mismo tiempo. Era parte de él, la arena fue el azúcar de sus días cuando ella no estaba. Nunca tuvo mejores cafés que los que el Atlántico le brindó. El mejor bar de Vigo, un café dulce y salado, espumoso, con sus sueños revoloteando alrededor como gaviotas perdidas. Y fue eso, una gaviota perdida en el ronroneo del mar, tranquila...amándolo hasta el final de sus días. -"El mejor café", dijo. JMD